Cuenta Ro:
Aquella noche no pude contener el llanto. Una vez más, un sentimiento de vacío invadía todo mi corazón. Y es que aunque podía sonar muy cursi, sabía que si él no estaba me faltaba la mitad del cuerpo, la mitad de mi alma. En síntesis, la mitad de todo mi cuerpo. Sabía con exactitud que me iba a costar bastante tiempo volver a acomodar toda mi vida nuevamente. Él, con tan solo una semana, había desarmado toda mi rutina, y estaba segura que iba a tardar más de una semana en volver a adaptarla. Así, poco a poco, los días se hicieron semanas y no podía entender como el tiempo pasaba tan rápido. De a poco los lapsos de tiempo entre cada llamado de su parte eran más largos, como una consecuencia directa de lo ocupado que se encontraban. Claro estaba, usabamos todos los medios de comunicación que nos fuera necesario para sentirnos más cerca uno del otro y por momento hacía que los kilómetros se extinguieran. Sin embargo, nada se comparaba con el hecho de tenerlo cerca, a tan sólo unos centímetros de distancia, dejando que su escencia me llene los pulmones, que su tacto me pusiera la piel de gallina y que sus besos… sus besos me volvieran el alma al cuerpo. “El estar separado va a hacer que cuando estemos juntos signifique mucho más” le decía yo todo el tiempo al momento que Joe decía que no soportaba la distancia impuesta. Si por un momento me hubiera creído aquello, sabía que el dolor de no tenerlo cerca hubiera sido menor.
Cuenta Nati:
Y una vez más, ellos se había ido. No obstante, me sentía mucho peor que la última vez. Era, sencillamente, el hecho de saber que iba a volver a verlos lo que me atormentaba noche tras noche antes de irme a acostar. El saber que no iba a poder volver a reir con ellas, hablar con ellos y hasta sufrir a su lado lo que más me afligía. Había sido mi decisión, lo tenía bien en claro, pero eso no hacía que aquel sentimiento de total vacío se hiciera otra vez presente en mi pecho. Y que me doliera. Que me doliera más que nada, ya que como dicen, el mal de amor es el que más duele. Y solo Dios sabe todo lo que sufrí, todo lo que lloré y todo lo que, por momentos, me arrepentí. Mi casilla de correo estaba llena de borradores de mails donde le pedía a Kevin perdón, donde preguntaba por Nick, donde confensaba haberme equivocado. Sin embargo, mi orgullo… mi maldito orgullo volvió a jugarme una mala pasada. No lograba apretar “enviar”. Me quedaba pensando una y otra vez sobre si debía hacerlo o apegarme a mi medida. Y aunque algunas veces estuve más cerca de hacerlo que otras, nunca lograba decidirme y todo quedaba en la nada.
Nati: ¿Cómo estan los chicos? ¿Nick esta mejorando?
Pregunté a Ro, una tarde en su casa cuando revisaba sus mails y descubría que Joe se había comunicado con ella.
Ro: Estan todos bien. Poco a poco todo está volviendo a ser como lo era antes.
Como lo eran antes. Sus palabras hacían eco en mi mente. Deseaba con todas mis fuerzas que las cosas volvieran a ser como lo eran antes, aunque sabía muy bien que no era posible. Nunca iban a volver a su estado anterior y una vez más, a pesar de todo lo que había pasado, no me arrepentía de nada. Quizá no estaba pasando por el mejor momento. Quizá no haberlos conocidos no habría sacado a mi vida de aquel estado de estabilidad, aquel estado monótono donde nada me traía mayores sorpresas. Pero simplemente quizá, no hay nada más horrible que lo previsible, que la rutina, que el saber todo lo que va a ocurrir en tu vida. Y ahora estaba segura, que por nada del mundo cambiaba lo que me había pasado y no lo creía por ser ellos LOS JONAS BROTHERS, lo hermanos más famosos del momento, los exitosos, dulces y sexies hermanos más codiciados. Sino, por ser uno de ellos el que me había enseñado a amar con locura y dos de ellos la amistad y la incondisionalidad. Había perdido total sentido del tiempo, sentía que habían pasado años desde que había reido hasta que me doliera la panza, desde que había caminado sola por la calle sonriendo, desde que hubiera tenido ganas de vivir. El colegio ya no era un lugar de distracción y se había vuelto una carcel (si es que alguna vez había dejado de serlo), especialmente las clases de literatura, donde la profesora no dejaba de filosofar sobre la vida y yo sentía que cada frase que ella decía, se basaba en mi dolor.
Profesora: Si para estar ahora enamorado fue menester haber estado herido tengo por bien sufrido lo sufrido tengo por bien llorado lo llorado… Porque después de todo he comprendido, que no se goza mas de lo gozado,sino después de haberlo padecido. Porque después de todo he comprobado que lo que el árbol tiene de florido…vive de lo que tiene sepultado. ¿Qué creen que quizo decir Francisco Luis Bernardez?
BASTA! Osea, todo tiene un límite, y yo yalo había cruzado hace bastante. Ella me miró, sabiendo que yo siempre participaba, para que respondiera pero no emití sonido. Gracias a Dios el timbre del recreo sonó antes de que ella dijera mi nombre y todos se levantaron para dirigirse fuera del curso. Antes de poder cruzar el umbral de la puerta, una mano me detuvo.
Profesora: ¿Puedo hablar con vos un segundo?
Dijo ella, al momento que quedabamos a solas en aquel lugar.
Nati: Si, claro. ¿Pasó algo?
Dije yo, sin poder pensar en la razón de su charla.
Profesora: ¿Te pasa algo? Hace varios días que me vengo dando cuenta que tu rendimiento no es el mismo.
Nati: No pasa nada.
Mentí. No tenía ganas de hablar de eso, y menos con una profesora. Era obvio que los profesores se daban cuenta de nuestros problemas sentimentales, y más cuando ellos se veían reflejados en nuestras notas.
Profesora: Está bien.
Dijo ella, sin hacer más hincapié en el tema y tomando sus cosas de arriba del escritorio.
Nati: Bueno, si no necesita más nada…
Profesora (interrumpiendo): Sí, antes de que me olvide… buscala a Rocío y vallan las dos que la rectora quería hablar con ustedes. Chau.
Dijo ella, con sus cosas a cuestas al momento que desaparecía por la puerta y me dejaba sola allí. ¿La rectora? Un dolor en la panza me dijo que me estaba poniendo nerviosa. Nada bueno podía venir de aquella citación.